viernes, 7 de diciembre de 2007

Símbolos en guerra: Reyes, banderas y otras "mandangas"

Llevamos ya varios años con banderas desaparecidas en los balcones consistoriales de las Españas, banderas fantasma que están pero no se ven, banderas que están en la lavandería o en la zurcidora. 
Banderas que siendo un simple trapo coloreado representan tradiciones familiares, valores íntimos arraigados en el alma de cada uno, símbolos por lo que la gente grita en los estadios, insulta, se rebela e incluso muere o mata. 
Contraponemos nuestra bandera a la de los otros, las enfrentamos, las comparamos, las sobreponemos haciendo que unas tapen a las otras y con ello nos creemos mejores, superiores. 
Está de moda criticar hasta el hartazgo la no proliferación de la enseña nacional en territorios hostiles, País Vasco y Catalunya. Oímos que es anticonstitucional, una provocación a la Nación y a sus leyes, todos los "mediaticos" inician sus tertulias radiofónicas levantando voces sobre la desmembración de España y nosotros, los de las tribus del norte y noreste escuchamos sin entender porque las monedas, cuando las tiramos al aire y caen, solo tienen una cara, la del Rey de España, la cruz es un invento inútil que no aporta nada y seguimos sin entender porque, por ejemplo los ayuntamientos o edificios oficiales de nuestros pequeños países deben tener colgada la rojigualda por ser inquilinos de la piel de toro, y en cambio, las sedes o delegaciones de esos empleados públicos, pagados con nuestros impuestos, como capitanías generales o comisarías de policía, no lucen la tela coloreada de la sociedad a la que sirven y de la que viven. 
Hagamos noticia de todo ello, llenemos periódicos, noticieros y blogs, demos alas a los provocadores de ambos lados, ofendemos y nos ofendemos, y así quemando símbolos y fotografías monárquicas, también quemamos los vínculos y los puentes del entendimiento mutuo. 

Guerra de banderas, gerra de orgullos, guerra de sentimientos, de memorias, de rencores y de ideas.